El título que encabeza este post ha sido, precisamente, el tema sobre el que ha girado mi ponencia en el evento “Educar es todo”, celebrado el 13 de noviembre de 2021 en Madrid: los tópicos y las realidades que rodean la conversación cuando hablamos de niños, niñas y adolescentes y su relación con las redes sociales, los dispositivos móviles y la tecnología en general.
Una cuestión que genera no poca preocupación tanto entre familias como entre educadores. Generalmente se aborda pensando exclusivamente en los peligros y riesgos, pero casi nunca en las posibles oportunidades que pueden ofrecer, y prejuzgando de forma sistemática el comportamiento y las inquietudes de los más jóvenes. Pero, si bien es cierto que no hay que menospreciar los problemas que redes sociales y tecnología generan, también es verdad que una forma de afrontarlos es aprender a gestionarlas para intentar canalizarlas de manera positiva y constructiva.
Porque, como ha señalado Claire Bury, vicedirectora general de Redes de Comunicación, Contenido y Tecnología de la Comisión Europea: “Estar online es parte esencial en la vida de los niños y jóvenes de hoy. Son curiosos por naturaleza, y ya sea cuando están navegando en Internet, jugando o usando sus apps favoritas, quieren pasárselo bien, explorar, sentirse inspirados e inspirar a otros. Debemos asegurarnos de que los niños de hoy y los jóvenes de mañana participen de forma competente y responsable en la economía y la sociedad digital”.
He aquí cinco tópicos y realidades sobre redes sociales y niños, niñas y adolescentes.
Tópico 1: “Los niños, niñas y adolescentes son nativos digitales”
El término “nativo digital” se acuñó hace más de 20 años, cuando en 2001 Marc Prensky escribió un artículo en la revista On the Horizon en el que explicaba cómo habían cambiado las actitudes y los hábitos de los estudiantes en la última década a raíz de la introducción masiva de las nuevas tecnologías. La expresión “nativo digital” pasó rápidamente a asimilarse a que por el mero hecho de nacer rodeado de tecnología, se aprendía a utilizarla, de forma natural e innata y de la manera más adecuada.
La realidad: Los nativos digitales no nacen, se hacen
Hace ya cinco años que escribí este post en el que explicaba que los nativos digitales no nacen, se hacen, y me reafirmo en esta idea.
Los estudios demuestran que a los más jóvenes les siguen faltando competencias digitales básicas. Según el informe “Actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en la era de la convergencia mediática” de EU Kids Online, apenas un 56% de los chavales entre 9 y 17 años sabe cómo guardar una foto que ha encontrado online, solo el 59% sabe cómo cambiar la configuración de privacidad de sus perfiles en redes sociales, casi al 60% le resulta difícil elegir las palabras clave para las búsquedas online y al 70% le resultad difícil comprobar si la información que encuentra online es cierta o falsa.
Sin embargo, los padres y madres acompañamos poco: solo el 18% de los niños, niñas y adolescentes afirman que sus padres les animan a descubrir y aprender cosas en Internet, apenas el 23% asegura que hablan con ellos sobre lo que hacen en Internet y solo un 35% dice que sus padres les ayudan cuando algo les molesta en Internet.
Es más: el estudio de EU Kids Online 2020 revela que cuando se les pregunta a los menores españoles a quién recurren cuando tienen un problema o experiencia negativa online, reconocen que hablan primero con amigos/as (69%) antes que con sus padres (47%) o profesores (12%). El 21% afirma que no habla nunca con nadie de ello.
Tópico 2: “En las redes sociales se aíslan”
“Generación mute” es el término anglosajón con el que ha comenzado a denominarse a los jóvenes entre 14 y 24 años (más o menos) porque apenas hablan para comunicarse. Es habitual la imagen del chaval o chavala que se pasa largo tiempo aferrado al móvil, tecleando o mirando la pantalla, pero sin articular palabra.
La realidad: A través de las redes sociales se comunican
Aunque de una forma diferente a como lo hacíamos nosotros, los adultos, a su edad. Por cierto: cuando yo era adolescente, también mi madre me decía que en su época todo era distinto.
Sin embargo, a través de Internet y redes sociales los chavales están conectados, pero no aislados: comunicarse con amigos y familiares es precisamente su actividad principal, según declara el 70%. Además de escuchar música, ver vídeos, jugar, estudiar y buscar información.
Tópico 3: “Las redes sociales generan adicción”
No se puede ni se debe hablar de adicción a las redes sociales ni a Internet porque no lo reconocen la Asociación Americana de Psiquiatría ni la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en cambio sí incluyó en 2019 el «trastorno por uso de videojuegos» (ojo: trastorno, no adicción) como problema de salud mental en la undécima Clasificación Internacional de Enfermedades que entrará en vigor el 1 de enero de 2022.
La realidad: Las redes sociales se basan en la economía de la atención
No se puede hablar de adicción, aunque sí de uso excesivo, abusivo o problemático.
Pero para hacérselo entender a nuestros hijos, no sirve de nada que nos amparemos en la supuesta “adicción”, sino detallarles cómo funcionan las redes sociales, que están basadas en la economía de la atención. Y para ello, conviene que les expliquemos estas cuatro claves:
- Las redes sociales están diseñadas para que pasemos el mayor tiempo posible dentro de la plataforma, consumiendo contenidos que nos gustan y sin visitar otros sitios. Su algoritmo decide qué y cómo nos muestra lo que vemos para retenernos dentro.
- Para aumentar el consumo, las redes sociales crean burbujas de filtro y cámaras de eco que facilitan la difusión de información falsa: de media, un dato cierto tarda casi seis veces más que uno falso en llegar a 1.500 personas.
- El objetivo de que pasemos el mayor tiempo posible es obtener ingresos a través de la publicidad que nos muestran. Y para ello se nutren de nuestros datos.
- Todo lo que se publica en una red social o se comparte en un chat se puede redifundir, multiplicar y viralizar sin límite, incluso aunque el perfil sea privado.
Tópico 4: “Hay una edad para tener redes sociales y móvil”
En España, la edad media en la que los niños y niñas comienzan a utilizar internet de forma regular se sitúa en los siete años. A los diez años, uno de cada cuatro tiene teléfono móvil, según datos del Instituto Nacional de Estadística (que no proporciona información para edades inferiores). A partir de esa edad, la progresión es exponencial: el porcentaje sube casi al 40% cuando cumplen 11 años y al llegar a los 13 años, el 84% se ha hecho con un móvil. Hablamos, por supuesto, de dispositivo propio, porque el acceso al del padre o la madre comienza mucho, muchísimo antes.
La realidad: Hay una legislación y normativa, pero cada niño es diferente
El Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea y la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y Garantía de Derechos Digitales establece una edad mínima para el tratamiento de datos personales de menores de edad sin consentimiento expreso de los padres (y todas las redes sociales realizan tratamiento de datos personales). Además, cada plataforma impone sus condiciones de uso: TikTok y Snapchat han fijado en 13 la edad mínima para abrirse un perfil, en Instagram son 14 y WhatsApp lo eleva 16 años.
Pero cada niño y niña, y cada familia, es diferente, y eso es lo que debería importarnos. Porque la madurez y las competencias digitales no vienen en el carnet de identidad.
Además, el dispositivo móvil no debería ser nunca ni un premio o regalo, ni tampoco un castigo.
Por eso, a la hora de entregar un dispositivo móvil al menor, más que su edad, lo importante es fijar y acordar un “pacto familiar” por el buen uso del dispositivo y de las redes sociales, en el que se detallen qué, cuándo, cómo y para qué se usará. Por ejemplo, dejar claro que no se pueden descargar solos una aplicación móvil ni abrirse un perfil en redes sociales, qué información, fotos y contenidos se pueden compartir, cuáles no y, sobre todo, por qué. Insistir en la necesidad de respetar a quien esté detrás de la pantalla.
También, establecer pautas: el móvil no se debe utilizar a partir de un determinado momento del día (después de cenar, o llegada una hora de la noche), para evitar que altere el sueño. A la hora de acostarse, ha de dejarse fuera del dormitorio (aunque sea con la excusa de cargarlo) para que las notificaciones no molesten. En los tiempos de comida (ya sean desayunos, almuerzos o cenas), teléfonos fuera de la mesa, incluidos los de los padres: es momento de hablar y conversar. Mientras se está estudiando, no hay móvil. El objetivo ha de ser siempre buscar el equilibrio entre lo digital y lo analógico, y acompañarles en el uso de la tecnología.
Tópico 5: “Las redes sociales solo sirven para perder el tiempo”
Es esta una frase muy manida. Y es cierto que en redes sociales se pasa mucho tiempo consumiendo contenidos, hasta hacernos perder la noción (aunque para ser conscientes no hay más que mirar el “tiempo de uso” que todos los dispositivos móviles incorporan).
Pero también es cierto que no solo se pierde el tiempo.
La realidad: En redes sociales se crea, aprende e inspira
Hay muchas formas de utilizar las redes sociales para potenciar la creatividad, y hacerlo de forma segura. Las plataformas sociales son fuente inagotable de inspiración y escaparate cultural y artístico en todas sus formas de expresión. Literatura, pintura, composiciones musicales, representaciones teatrales y cortometrajes se entrecruzan en tuits, vídeos, fotos, ilustraciones y audios, mezclando formatos y técnicas. Quince segundos se convierten en una trepidante narración audiovisual, los mensajes se entrelazan para tejer relatos y ahí, en la red, es donde se descubren artistas, autores, artesanos, animadores, cuentas de manualidades y perfiles con los que dar rienda suelta a la imaginación, mejorar las habilidades o iniciar una afición. Basta con realizar una sencilla búsqueda por palabras o hashtags para dar con el filón.
En realidad, en eso radica precisamente el origen de la Web 2.0: la posibilidad de que los usuarios (las personas) creen contenidos online, construyan mensajes y los difundan, reelaboren y reinterpreten, y se erijan así en actores de la comunicación en lugar de limitarse a meros espectadores pasivos. Aunque quizás en los últimos tiempos el consumo pasivo (y masivo) le haya ganado terreno a la creación y la creatividad parezca haber quedado enterrada por la infoxicación, es decir, el exceso y la sobrecarga de información.
En redes sociales encontramos poesía con los instapoetas, recomendaciones de libros a través de booktubers, manualidades, visitas en directo a museos y hasta profesores de matemáticas como Carlos Maxi en TikTok. Lo esencial es saber qué le interesa y gusta a nuestros hijos e hijas, para proponerles referentes que respondan a sus preferencias.
Y, sobre todo, es fundamental intentar entender su mundo, incluso aunque no lo compartamos o no estemos de acuerdo. Porque solo así podremos acompañarles y educarles en un uso positivo y responsable de redes sociales, móviles y tecnología.
El vídeo con mi intervención
Aquí os dejo el vídeo con mi intervención en el evento “Educar es todo”.
¿Y tú, qué opinas? Os leo en los comentarios.
Foto de portada: Shutterstock
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