Más de 10 millones de estudiantes españoles llevan más de mes y medio sin acudir a las aulas, desde que los centros educativos fueron clausurados, entre el 11 y el 13 de marzo, por la rápida propagación del virus Covid-19, y así seguirán hasta que termine el curso. Profesores y alumnos han tenido que mutar de la noche a la mañana a un modelo de educación online para el que en la mayoría de los casos no estaban preparados, y que ha derivado más en educación “en remoto” que “online”.
El sistema educativo (y no solo el español) ha dejado al descubierto sus limitaciones a la hora de adoptar una transformación digital que va más allá de la simple aplicación de la tecnología, porque implica un cambio metodológico y de enfoque. En el tejido social ha quedado patente que sigue existiendo una brecha tecnológica muy acusada en función del nivel socioeconómico de las familias: ni todos los padres tienen ordenadores a disposición de sus hijos, ni todos los niños y adolescentes cuentan con teléfonos móviles, ni todas las casas pueden pagar conexión wifi o acceso a datos ilimitados.
Pero además, después de (¿cuánto?) tiempo hablando de los nativos digitales (que en realidad no son tal), y de la importancia de limitar el tiempo de pantalla de los menores (sin reparar en que lo importante no es en realidad cuánto tiempo pasan, sino para qué y por qué), toca rebobinar y reconocer lo mucho que aún queda por hacer y por aprender. Porque de pronto, las pantallas se han vuelto indispensables. Y no todos los chavales están siendo capaces de manejar con la misma soltura las diferentes herramientas que su colegio propone.
En definitiva, la COVID-19 ha puesto de manifiesto tanto el reto al que se enfrenta la educación ante un obligado proceso de transformación tecnológica, como la brecha digital que existe en el acceso, uso y conocimiento de la tecnología, entre los alumnos españoles.
La educación online no se improvisa
“La crisis ha obligado a migrar los sistemas educativos a la modalidad online de manera inmediata y abrupta, lo que ha dado lugar a una enseñanza remota de emergencia”, advierte el informe “Covid-19 y educación: problemas, respuestas y escenarios” de la Fundación Cotec. El documento analiza la situación educativa generada por la emergencia sanitaria, explora qué respuestas están dando otros países en el ámbito educativo (Corea del Sur, China, Japón, Suecia, Singapur y Egipto) y propone para España cinco escenarios de actuación posible, con estimación de costes incluida.
El estudio constata lo que ya se intuía: para diseñar experiencias de aprendizaje online hace falta planificación, seguimiento y medios. No basta con pautar tareas y deberes online.
Pero no es un problema exclusivo de España. La realidad es que “ningún sistema educativo está preparado para universalizar en tiempo récord un aprendizaje online eficaz que responda a una situación como esta, y menos asegurando calidad y equidad en el proceso”, señala el informe.
Cabría esperar que esta situación sirva de revulsivo para afrontar y planificar cómo debe ser un modelo de educación online, más aún cuando el horizonte profesional que se dibuja nos obliga a estar en constante renovación de conocimientos y en aprendizaje continuo, mas allá de las aulas. Pero, ¿será posible?
Hay una brecha de acceso tecnológico
Dada la situación actual, se presupone la buena voluntad de todos (profesores y alumnos) por adaptarse a las circunstancias. Pero no todos tienen ni los mismos recursos tecnológicos, ni las mismas capacidades, ni siquiera conexión a Internet. A ello se suma que la enseñanza a distancia coincide con una aplicación a gran escala del teletrabajo: los padres necesitan equipos tecnológicos para trabajar, y los niños requieren, simultáneamente, equipos para estudiar.
Según los últimos datos del INE, uno de cada diez hogares españoles no tenían acceso a internet en 2018, mientras que dos de cada diez no tenían ordenadores en casa. Y sin acceso a Internet ni ordenador o tablet, acceder a las clases en remoto es misión imposible.
Los más desfavorecidos económicamente son los más perjudicados. El informe de la Fundación COTEC advierte que en los niveles socieconómicos bajos, el 14% de los alumnos no tienen ordenador en casa, mientras que un 44% solo tiene uno. Estas cifras contrastan con las del grupo socioeconómico alto, donde el 61% dispone de tres o más ordenadores en casa, el 31% dispone de dos, y únicamente un 8% tiene tan solo uno. Hay alumnos que se están quedando en el camino, no porque no quieran estudiar online, sino porque sencillamente, no pueden. De hecho, el estudio de COTEC señala que “según los primeros datos disponibles para Madrid, el 30% de alumnos de Primaria y el 18% de la ESO no responden a los intentos de mantener la continuidad en el proceso de aprendizaje”.
Bien es cierto que se han puesto en marcha iniciativas para intentar paliar esta situación, tanto desde el Ministerio de Educación, como de los gobiernos autonómicos y los ayuntamientos. Pero no es en absoluto suficiente, las acciones están descoordinadas y es complicado, además, cuantificar e identificar quiénes son los más vulnerables.
Unicef España ha echado cuentas a partir de los datos del INE y ha señalado que en las familias situadas en el tramo de ingresos más bajos (900 euros mensuales netos o menos), el 9,2% de los hogares con niños carecen de acceso a Internet, lo que representa que cerca de 100.000 hogares en España no pueden conectarse a la red.
Otras fuentes elevan esta cifra aún más. Solo en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, CCOO estima que hay 287.000 alumnos que no pueden conectarse a la educación online: el gobierno regional anunció a principios de abril que facilitaría 1.000 tablets en préstamo y 2.000 tarjetas SIM con conexión a Internet, pero es obvio que las cifras no cuadran. En el Principado de Asturias, la Consejería de Educación apunta que 6.000 escolares no tienen conexión a Internet y 3.000 carecen de ordenador.
Detrás de esos números hay niños y niñas con nombres y apellidos que no están pudiendo estudiar.
No todos los alumnos las mismas competencias digitales necesarias
Es la otra brecha: la de uso. Una vez superada la brecha de acceso, resulta que no todos saben usar bien la tecnología, y por tanto varía el aprendizaje y experiencias que pueden obtener con cada dispositivo. “Estas diferencias suelen estar mediadas por el capital sociocultural de las familias y también por la propia práctica de la escuela”, advierte el informe de Cotec.
Nos pensábamos que ya sabían usar los ordenadores y los programas… y va a ser que no. O al menos, no todos. Es indispensable por tanto incidir en la necesaria alfabetización digital no ya solo de los menores, sino también de los adultos.
La alfabetización digital incluye no solo «la habilidad para localizar, analizar, organizar, entender y evaluar información utilizando la tecnología» (que es como la define Wikipedia), sino también el desarrollo de competencias digitales que permitan su uso creativo, crítico y seguro. No es una mera declaración de intenciones: la «competencia digital» está clasificada como una de las ocho competencias clave en el sistema educativo español, marcada como objetivo a alcanzar en educación Primaria, ESO y Bachillerato y elevada a rango de «Orden» por el Boletín Oficial de Estado (BOE). «Se trata de desarrollar una actitud activa, crítica y realista hacia las tecnologías y los medios tecnológicos, valorando sus fortalezas y debilidades y respetando principios éticos en su uso, e implica la motivación y la curiosidad por el aprendizaje», dice el BOE. Ahí es nada.
La capacidad de los centros educativos para adaptarse a entorno online varía, y no va por barrios
Así lo demuestra el Informe Pisa 2018, que recoge información sobre cómo de preparado consideran los equipos directivos que están sus centros para la enseñanza online. En el caso de España, solo el 50% de los encuestados afirmaron disponer de las capacidades y los recursos profesionales para aprender a integrar los dispositivos digitales en la enseñanza.
¿De qué depende, principalmente? De la titularidad del centro, es decir: depende de si es público, concertado o privado. “Mientras que los centros públicos apenas llegan al 50% de alumnos cuyos docentes disponen de habilidades y recursos para integrar dispositivos digitales en la enseñanza, esta proporción alcanza el 70% para centros concertados y lo supera para los privados. Desde un punto de vista de igualdad de oportunidades, esto supone un enorme reto, ya que son los centros públicos quienes atienden de manera mayoritaria a los alumnos de entornos socioeconómicos más vulnerables, advierte el informe de COTEC.
Toda crisis implica también un oportunidad, se suele decir. Pero en este caso, ¿sabremos aprovechar la oportunidad para acometer el reto que la brecha digital representa en educación?
Y tú, ¿qué opinas?
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